Ricardo Soberón, experto en narcotráfico: “No hay que involucrar a las fuerzas armadas en una tarea que no les compete” | Entrevista al nuevo jefe de la política antidrogas de Perú

Ricardo Soberón es desde noviembre de 2021 el presidente ejecutivo de la Comisión Nacional para el Desarrollo de Vida sin Drogas (Devida), un organismo que depende del gobierno de Perú. Lleva décadas estudiando la geopolítica del narcotráfico y propone para su país un pacto social con los campesinos cocaleros que demuestre que “es posible una vía no violenta de erradicación de sus siembras”. En diálogo con PáginaI12 Soberón asegura que no debe involucrarse a las fuerzas armadas en el combate a las estructuras narcocriminales, ya que se trata de “una tarea que no les compete” y “puede ocasionar más problemas que beneficios“.

Abogado de la Universidad de Lima, Soberón visitó Buenos Aires para participar de la VIII Conferencia Latinoamericana y XX Conferencia Nacional sobre Políticas de Drogas. Destaca la propuesta antidrogas del presidente Gustavo Petro en Colombia aunque la define como demasiado amplia cuando, en cambio, “las mazorcas de maíz se desgranan una por una”. Más allá del combate al narcotráfico, el experto pone el acento en las desigualdades comerciales entre americanos y europeos: “Creemos que una taza de café que se tomen en París, Londres o Hamburgo a cinco euros debe pagar no solamente el café que se ha invertido sino el carbono absorbido, la cocaína evitada y la biodiversidad protegida”.

– Usted propone para Perú un pacto social con los cocaleros. ¿En qué consiste?

– Llevo 30 años de mi vida trabajando alrededor de la problemática y los actores sociales y me di cuenta de que todas las experiencias de interdicción para reducir la oferta de hoja de coca en los Andes no han funcionado. No ha habido un trato igualitario, democrático, ciudadano del Estado peruano con sus productores campesinos cocaleros. Se les ha narcotizado, criminalizado, se les ha tratado mal. ¿Qué es lo que planteamos? Un pacto ciudadano con derechos y obligaciones para impedir la erradicación forzosa en una región como el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem) que tiene remanentes de Sendero Luminoso, un narcotráfico boyante y una ausencia intensa del Estado peruano. Bajo ese contexto, el compromiso es que no expandan sus cultivos de coca y más bien lo reduzcan. A cambio hemos conseguido los recursos públicos del Estado peruano, cuatro millones de euros de la Unión Europea y le ofrecemos a los agricultores un programa de desarrollo alternativo de sus cultivos.

– En Colombia, el presidente Petro anunció una política antidrogas ambiciosa. ¿Cómo la evalúa?

– Mire, nosotros no queremos expandir nuestro plan a todo el Perú porque no tenemos los recursos ni la espalda financiera. A diferencia de la propuesta de Petro que es abierta, totalizadora e interesante, pero tengo que decirlo, poco realista. Los funcionarios colombianos tienen evidencia científica para poner en discusión varios conceptos del sistema internacional, pero una cosa es opinar en el aula universitaria y otra cosa es cuando entramos a gestionar política pública. Ya tenemos experiencias pasadas de intentos de reforma que no han tenido éxito. Y países como Colombia tienen agendas entrecruzadas con Europa, con Estados Unidos, con nosotros mismos, entonces por eso es que llamaría a una reflexión mayor para poder hacer aterrizar esas propuestas en cosas más específicas. Las mazorcas de maíz no se rompen, se desgranan una por una.

– ¿Una respuesta antidrogas eficiente incluye también una reforma de las fuerzas de seguridad?

– Las estructuras complejas de la criminalidad organizada requieren un trabajo eficiente por parte de nuestras fuerzas de seguridad. Nuestros sistemas carcelarios están absolutamente saturados, qué decir de los tribunales. Por lo tanto yo reduciría el ámbito de trabajo de las fuerzas de seguridad para poder focalizarlos allí donde hace falta. Follow the money, eso es lo que hay que hacer. Y definitivamente es decirle ‘no’ a involucrar a las fuerzas armadas en una tarea que no les compete, para la cual no están preparadas y que como muestra la realidad puede ocasionar más problemas que beneficios.

– ¿Cómo se aborda desde el Estado a las guerrillas vinculadas al narcotráfico en Latinoamérica?

– Es una mixtura compleja. Primero es evidente que hay múltiples muestras de las cuáles grupos ideologizados que optaron por la lucha armada terminaron absolutamente involucrados en actividades ilícitas. No solamente en América latina, sino también en el Medio Oriente. Entonces para enfrentar esa relación no podemos caer en una distorsión o generalización del foco del fenómeno que hay que abordar. Creo que lo mejor es dejar sin combustible al problema. Si nosotros introducimos factores de efervescencia social para combatir el narcotráfico que terminen alimentando el discurso violentista de un grupo armado, vamos por el mal camino. Eso lo hemos aprendido en el Perú. Dejamos al pez sin agua y podemos agarrar al pez. Pero si hacemos, por ejemplo, erradicación forzosa en una región donde está Sendero Luminoso, le estamos echando agua al pez y el pez se va a desenvolver sin problemas para ganar adeptos militantes y potencialmente gente armada.

– ¿Cómo está configurado el circuito mundial de la cocaína? ¿Se dieron cambios importantes en los últimos años?

– El detenimiento del comercio marítimo internacional generó una evidente agresión del crimen organizado hacia la Amazonia y sus pueblos indígenas. Te estoy hablando literalmente de volcar los circuitos transnacionales de comercio a través de la Amazonia para llegar al Atlántico y de ahí a África Occidental y Europa. El enorme riesgo ahora es que el problema de drogas se convierta en un problema entre Perú, Brasil y Argentina. Ya no es de Europa y ya no es de Estados Unidos. Pues tenemos que nosotros encontrarnos, mirarnos a la cara y decir qué tenemos en común en ciertos temas que no nos amarren de brazos pero que nos permitan actuar consensuadamente ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), ante el sistema de Naciones Unidas, ante foros políticos, etcétera. Para nosotros no es un asunto de que porque tú produces y yo consumo, tenemos la misma responsabilidad. Perdónenme pero Adam Smith nos enseñó en “La Riqueza de las Naciones” que es la demanda la que genera la oferta y no es a la inversa. Bajo ese criterio Europa, que nos va a poner condiciones de trazabilidad para nuestro café y nuestro cacao para el 2024, quiere lavarse la cara con el cambio climático a costa nuestra y nuestros productores no van a poder exportar ese café y ese cacao porque no tienen las condiciones de trazabilidad. Y, sin embargo, toda la cocaína que se consume en Europa Occidental o en América del Norte se expande libremente. Tienen que cambiar los términos de la cooperación sí o sí.

– Y Argentina, ¿qué lugar ocupa en ese circuito?

– Es el factor distractor. El eje Rosario – Buenos Aires se ha convertido en la modalidad para distorsionar el foco que anteriormente tenían las policías del mundo sobre el Caribe, sobre el Pacífico, y los narcos inmediatamente han reconstruido sus redes a nivel regional a través del territorio argentino. Entonces el Río de La Plata se ha convertido en un punto de salida de la cocaína hacia Europa. Hay evidencia empírica que muestra que hay lugares en Argentina que han sufrido un incremento de los indicadores de violencia y Rosario es un ejemplo de ello. Que llegue a niveles como los que en su momento tuvo Colombia, México, Honduras o El Salvador es difícil saberlo. Pero los narcos tienen una forma de operación: plomo o plata. Y me temo que aún tenemos esa debilidad en toda América del Sur para caer en la tentación de la plata antes que en la del plomo.

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