Andrew E. Kramer, un reportero de The New York Times, ha relatado en un artículo para ese diario estadounidense cómo y por qué “dejó de lado” sus dudas y decidió vacunarse contra el coronavirus con el antídoto ruso Sputnik V, cuya primera dosis recibió el lunes pasado.
El periodista recuerda que “durante meses”, muchos científicos occidentales cuestionaron la Sputnik V, en primer lugar, por su pronta aprobación y por una aparente ‘carrera de vacunas’ con fabricantes de otros países.
Sin embargo, cuando se completaron los ensayos de última etapa, el fármaco mostró una tasa de eficacia del 91,4 %, lo que sugiere que “ofrece 9 de cada 10 posibilidades de evitar el covid-19”, enfatiza Kramer, quien destaca que incluso el escepticismo de los expertos occidentales se centró principalmente en la aprobación temprana, y no en el diseño de la vacuna, que es similar a la producida por la Universidad de Oxford y AstraZeneca.
Otro argumento a favor que recoge el periodista es que Rusia ya ha vacunado a alrededor de un millón de sus propios ciudadanos y exportado la Sputnik V a Bielorrusia, Argentina y otros países, “lo que sugiere que cualquier efecto secundario nocivo que se haya pasado por alto durante los ensayos ya habría salido a la luz”.
“Una práctica larga e ilustre”
El periodista destaca que “los resultados esencialmente buenos” del ensayo parecen ser “un logro genuino para los científicos rusos, que continúan con una práctica larga e ilustre de desarrollo de vacunas”. En este sentido, recuerda que, en el período soviético, combatir las enfermedades infecciosas “era una prioridad de salud pública” en el país y exportar vacunas al mundo en desarrollo, “un elemento de la diplomacia de la Guerra Fría”.