Reidel echó a tres gerentes de Nucleoeléctrica y allana el terreno para la privatización

 El Gobierno se prepara para vender casi la mitad de Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA), la empresa que opera Atucha I, Atucha II y Embalse. El plan es desprenderse del 49% de las acciones, en un movimiento que promete cambiar el tablero energético y que ya está escrito en un decreto listo para salir del horno.

La jugada no es menor: NASA controla 1.763 MW de potencia instalada, lo que equivale al 4,1% de la capacidad bruta del país, y genera el 7,35% de la energía del SADI. Además, es una rara avis entre las estatales: fue superavitaria. En el primer trimestre declaró ganancias por $17.234 millones de pesos. 

Previo a conocerse el decreto de privatización que reveló el sitio especializado Econojournal,  el presidente del Plan Nuclear, Demián Reidel, había ejecutado una verdadera decapitación en la cúpula de la empresa. Se fueron el gerente de Compras, el Jurídico, el de Obras (UG) y el de Sistemas de Información. El operativo fue quirúrgico y brutal: “los fueron a buscar con escribano, los sacaron como perros de adentro de las oficinas”, relató un empleado. 

En el sector lo leen como un movimiento preventivo. “Lo hizo para que no le obstruyan la caja”, deslizó un empresario energético. La señal es clara: despejar el terreno antes de que empiecen a llegar los dólares frescos. El anticipo de EconoJournal terminó de confirmar las sospechas. Según reveló el medio, el decreto prevé que el 44% de las acciones se licite en bloque a inversores nacionales o internacionales, mientras que el 5% restante se reserve a los trabajadores vía Programa de Propiedad Participada. Para eso, la CNEA y Enarsa deberán transferir primero sus acciones al Ministerio de Economía, que concentra el 79% restante.  

En este nuevo esquema, los que quedan firmaron un pacto entre caballeros: Marcleo Famá, mano derecha de Reidel; Hernán Pantuso, el “supergerente 7”, con línea directa con Daniel Scioli; y Alejandro Sandá, un histórico de Atucha apodado “el gorila”. Según fuentes internas, sus sueldos rondan los 200 millones de pesos anuales. Pantuso es además el garante político de que Scioli tenga voz en el rediseño de la compañía. 

Otra pieza clave es la cercanía de Reidel con Karina Milei. “Sin el aval de Karina no se mueve ni una silla”, graficó un dirigente oficialista. Esa cobertura le permite avanzar con despidos, reacomodar fichas y blindar las nuevas cajas sin que nadie le haga demasiadas preguntas. 

El negocio tiene también un trasfondo geopolítico: en paralelo se firmó un acuerdo con Estados Unidos por el uranio argentino, con potencial para cambiar la matriz energética del país. Argentina tiene 34.000 toneladas de reservas y consume unas 220 toneladas anuales; el resto puede exportarse. 

“Han pasado ocho meses desde el rimbombante anuncio del Plan Nuclear de Javier Milei, Damian Reidel y Rafael Grossi. El balance es lapidario: lejos de mostrar avances, lo único palpable es el vaciamiento del sector”, consideró a LPO Nicolas Malinovsky, especialista en energía nuclear.

“Entre los efectos más graves ya se cuentan la cancelación de proyectos estratégicos como el CAREM y las centrales nucleares IV y V, junto con el éxodo de trabajadores especializados que pone en jaque la continuidad misma de la actividad nuclear en el país”, completó el experto.

“Acá no se está haciendo una reestructuración administrativa, se está armando un negocio monumental”, disparó en off un alto ejecutivo del sector. En la City lo resumen con sorna: Reidel primero limpió el terreno, después alineó aliados y ahora se sienta a esperar los fondos que vienen del norte. 

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