Georgieva condicionó el éxito del modelo económico de Milei al “apoyo de la gente”

 En medio de la cuenta regresiva hacia las elecciones de medio término y con los mercados midiendo cada palabra, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, dejó una frase que cayó como un balde de agua fría. 

“Ahora miramos a Argentina. Argentina está llevando adelante un programa de ajuste muy drástico. El éxito va a depender de lograr que la gente acompañe”, dijo, en un escenario que no es precisamente neutral: el foro Milken. 

  Hasta hace poco, su discurso era casi una extensión del libreto oficial argentino: apoyo explícito, énfasis en la “valentía” de las reformas, elogios públicos. Esta vez, sin embargo, introdujo una condición política: “el éxito dependerá de la gente”. Es, en otras palabras, un recordatorio de que la legitimidad social no es un detalle técnico, sino un requisito para que el programa sobreviva.   

El gobierno de Javier Milei había logrado que Georgieva funcionara como una aliada política: sus elogios al “ajuste más ambicioso del mundo” se habían convertido en una especie de garantía discursiva ante acreedores y socios internacionales. Pero la declaración en California, en plena campaña argentina, fue leída como un movimiento calculado para marcar distancia. 

El escenario elegido no fue menor. El Milken Institute Global Conference lleva el nombre de Michael Milken, el financista que en los 80 construyó un imperio con bonos de alto rendimiento -“junk bonds”- y terminó condenado por fraude. Con el tiempo, reconvirtió su figura hacia el mundo filantrópico y financiero, pero el símbolo permanece: un espacio donde la retórica del capital global se mezcla con la memoria de los excesos especulativos. 

En ese marco, Georgieva optó por subrayar que el ajuste argentino es “muy drástico” y que su viabilidad depende de la “gente”. Una frase que, en Washington, puede sonar técnica; en Buenos Aires, en medio de un año de recesión profunda y tensiones sociales crecientes, tiene otra carga. 

La irrupción de Kristalina Georgieva en plena recta final de la campaña argentina no pasó desapercibida. Al vincular el “éxito” del ajuste económico a la capacidad del gobierno de Milei para “lograr que la gente acompañe”, la directora del FMI intervino de hecho en la discusión política local, validando -de manera implícita- la estrategia oficial y condicionando su continuidad electoral. 

Entre los economistas y operadores la lectura fue inmediata: “No era necesaria esa frase ahora”, deslizó un economista cercano al gobierno señalando que la directora del FMI sabe perfectamente que cada intervención suya es amplificada en el ecosistema político y mediático argentino. 

La incomodidad no es menor: el gobierno lleva semanas intentando transmitir una imagen de alineamiento estratégico con el FMI, en medio de negociaciones clave para convertir Derechos Especiales de Giro (DEG) y una línea de swap en liquidez efectiva. 

Las declaraciones de Georgieva llegan en un momento delicado. En el board del Fondo crecen las tensiones respecto a la sostenibilidad de la estrategia argentina. Se acumulan los reportes internos que advierten sobre tres factores: la fragilidad macroeconómica, la persistente fuga de divisas y la insostenibilidad de la deuda. 

El ajuste fiscal y monetario logró, hasta ahora, estabilizar parcialmente y contener la nominalidad, pero a costa de una recesión severa y una base social cada vez más erosionada. 

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