“Es central pensar al teatro como parte de la literatura”

Foto Cris Sille
Foto: Cris Sille.

 
Acompañado por amigos y actrices que interpretaron un tramo de la obra en un clásico bar porteño, el director de teatro y dramaturgo Mariano Tenconi Blanco presentó “Quiero decir te amo”, un libro que resignifica en prosa el espíritu de la obra del mismo nombre, en una edición ilustrada por María Luque que además lanza al artista a un desafío por fuera de su campo de acción tradicional: “Las posibilidades de la narrativa expanden lo que puede el teatro”, sostiene.

Hay movimientos, decisiones y toma de riesgos a lo largo de los años en la vida de Mariano Tenconi Blanco que tienen una arteria conectora fundamental sobre la que se cimienta el devenir de su carrera: el relato oral. En la presentación del libro “Quiero decir te amo” que tuvo lugar en un bar porteño, su amigo y también dramaturgo Nacho Bartolone leyó un texto sobre el duelo, el amor y la espera. Espera que el dramaturgo recuerda en la casa de su infancia, donde pasaba los días con su abuela y, cuando su mamá volvía de trabajar, escuchaba durante una hora y media los detalles del capítulo del día de la telenovela de la tarde. La primera narración original y el melodrama de una abuela que hablaba con acento portugués porque había nacido en un pueblo del norte de Uruguay. La base de toda la carrera que construyó después.

Tenconi Blanco es dramaturgo y director de teatro, actualmente tiene en cartelera “Las ciencias naturales”, pero es públicamente reconocido por obras como “Las cautivas” y “La vida extraordinaria”, entre otras. Su carácter anfibio y su mirada desestructurada del arte lo llevó, esta vez, a publicar en prosa “Quiero decir te amo” (Entre Ríos Ediciones), una historia de amor y locura que transcurre a través de cartas y diarios, ilustrado por María Luque.

El autor dice que no está seguro por qué sus personajes son, generalmente, femeninos. “Quiero decir te amo” es un juego epistolar en donde dos mujeres encuentran en el refugio literario el escape hacia el amor. Dos mujeres que deciden que esa ficción será, también, el mundo que las albergue. Una historia que bien puede ser vista en el teatro o leída en la narrativa. Un mundo creado por Tenconi Blanco y sometido a las diferentes formas del arte.

En una conversación con Télam, el autor comparte algunas claves de ese recorrido entre la dramaturgia y la literatura.

-Télam: ¿Cómo se resignifica un texto que escribiste para teatro en una publicación literaria?

– Mariano Tenconi Blanco: Me pasan dos cosas. Una es que yo soy muy lector, de todo, no solamente de teatro. Te diría que leo más narrativa, poesía o ensayo que teatro. Hay algo de la publicación del libro que está muy vinculado a que estos textos fueron concebidos leyendo otros libros. Hubieran sido imposibles mis obras sin esas lecturas. Que aparezca en formato libro me parece un acto de justicia para con la propia concepción de esta y de todas mis obras. Puntualmente, esta además tiene como base procedimientos que no son de la literatura específicamente, como el formato carta o diario.

A priori no son materiales hechos para ser parte de la literatura, mucho menos del teatro. Siento además que es una obra que no se parece al teatro. Si lo agarra un lector desprevenido puede no darse cuenta que es teatro, y eso me gusta. Para mí es central pensar al teatro como parte de la literatura, y pensarnos a los dramaturgos como escritores. Entonces, que se publique un texto que tiene tanta autonomía, y que funciona por sí mismo, sin necesidad de una puesta en escena, está buenísimo.

-T: Hace poco, además, escribiste un texto en “El libro de las diatribas” (Vinilo). ¿Cómo es tu vínculo con la literatura y cómo pensás la relación entre el teatro y la literatura?

– M.T.B: Pienso la escritura teatral muy vinculada a la escritura en general, y entonces como lector y como autor me valgo de todos los géneros. Y no sólo porque los leo y me influyen, sino porque siento que aparecen posibilidades muy buenas para expandir lo que puede el teatro. De pronto utilizando algunos recursos que en principio son de la literatura, el teatro puede contar un período de tiempo mayor, por ejemplo. Siempre se cree que el teatro puede contar el tiempo real, no sé: una sesión de terapia de 50 minutos contada en una obra que dura 50 minutos. Parece más difícil o casi imposible contar 20 años de la vida de un personaje. Y yo encuentro que en los recursos de la literatura aparecen posibilidades para el teatro en torno a eso, al tiempo que podemos narrar.

– T: Lo que pasa en “La vida extraordinaria”…

– M.T.B: Totalmente. Se cuentan casi unos 30 años en la vida de esas dos mujeres. Lo pienso también en la cuestión espacial: esta obra sucede en Buenos Aires, sucede en Ushuaia y en la Antártida. Entonces siento que esos recursos literarios permiten que el teatro pueda expandirse y meterse con otras historias que a priori no son nuestras.

– T: En el libro hay una decisión editorial que es ilustrarlo con el arte de María Luque. ¿Cómo se tomó esa decisión y cómo fue el proceso artístico para hacerlo?

– M.T.B: Eso fue una propuesta de An Urman, la editora del sello. Yo ya conocía el trabajo de María (Luque) y la admiraba mucho. Me gustó mucho la idea porque desgraciadamente el libro de teatro no se vende mucho. Siempre está como escondido, los editores que editan teatro lo hacen más por amor al teatro que porque vayan a ganar dinero con eso. Creo que eso mejoraría mucho si en los teatros pusiéramos un espacio de venta con los libros de las obras. Pero al margen, a mí me interesaba que el libro trascendiera la idea del teatro. Que lo compren las personas por el objeto, por recomendación de alguien. Y entonces la ilustración de María lo vuelve un objeto precioso, especialmente en esto de que el libro teatral recupere un vigor que a veces no tiene. Las ilustraciones le dan un poder visual, se corre de la cuestión académica. Y María trabajó con mucha libertad, al toque se dio cuenta que no iba a dibujar a las dos protagonistas sino el telón de fondo, valga la redundancia. Porque ellas están muy presentes en el relato. Y me pareció bárbara esa idea, de alguien generoso, que entiende que la mejor manera de intervenir es de una forma contextual.

-T: En un mundo donde prima la virtualidad y los contenidos a demanda por streaming, ¿qué valor tienen la corporalidad y el encuentro en el teatro?

– M.T.B.: Tenemos una gran influencia de las series extranjeras, algunas maravillosas, aunque las menos. Y entonces se nos aparece un programa estético que no es el nuestro, imperialista, las series que producen los países centrales. Y entonces hay un montón de cosas que tienen que ver con nuestra tradición estética que se empiezan a perder. Siempre el Río de la Plata tuvo una relación con el humor y con la comedia que fueron muy propios, un código muy compartido. Y de pronto aparece un retorno a la moralidad que tiene más que ver con la manera en que conciben la ficción y la vida los norteamericanos, con mucho análisis sobre la segregación racial, muy atravesada por lo religioso. Eso empieza a influenciar nuestra literatura, en la que nunca pasó eso.

El “Facundo”, de Sarmiento, se supone que tiene una idea muy clara que comunicar, y sin embargo uno no está tan seguro de cuál es la idea y se parece en el contrario. De pronto Sarmiento ama aquello que lo espanta. Lo mismo en “Una excursión a los indios ranqueles”: Mansilla habla de los indios y se permite burlarse de ellos, pero de repente habla del vínculo que tienen, de la caballerosidad, de cómo lo tratan… La literatura argentina desde el origen fue menos moral, entonces el poder del teatro es el de pensarnos desde la ficción, desde una manera distinta, no impuesta. Después uno se pelea con la tradición, y está bien que así sea, pero por lo menos uno se pelea desde dentro de esa tradición y no porque se le ocurrió a un gerente que vive en Miami.

Mariano Tenconi Blanco: “Me interesa mirar el mundo con ojos de ficción”

En un juego entre el pasado y el futuro, el autor y dramaturgo profundiza sobre los detalles de su infancia y el entorno familiar que consolidaron su interés por el relato oral, y sobre los efectos que tiene en la realidad la construcción de la mirada y “el posible mensaje” de la ficción.

– T: En una entrevista mencionaste a tu abuela como primera influencia del relato oral. ¿Podemos profundizar en aspectos de tu infancia y adolescencia en la construcción de tu carrera?

– M.T.B.: Siempre me preguntan sobre la influencia de las voces femeninas en mi obra y es algo que ni yo termino de descubrir, el por qué yo tengo esa tendencia a escribir personajes femeninos. Seguramente sean muchos factores. Pero a fuerza de pensar un poco, hay como una escena que me quedó muy marcada en mi infancia. Mi papá trabajaba mucho, y mi mamá y mi abuela también, pero trabajaban alternadas, en alguna época una y en otra al revés. Entonces tengo muy marcado cómo alguna de las dos perdía el hilo de la novela que miraban a la tarde, y la otra se la contaba. Quizás yo miraba la novela con mi mamá y después ella se la contaba a mi abuela cuando volvía del trabajo. Me acuerdo especialmente de Andrea del Boca.

Tengo como esa primera narración original, las narraciones de mi abuela duraban más que lo que duraba el capítulo; además mi abuela era de un pueblo del norte de Uruguay, en la frontera con Brasil, entonces hablaba con un cantito portugués. Hay algo de esas voces, de esa narración melodramática, de esa ficción en segundo grado, porque era alguien contando la novela, que siempre estuvo como ahí. Y también presumo que es el lugar de protección de la infancia, algo que para mí era muy seguro. Y para mí escribir es muy seguro y muy feliz.

– T: Vos dijiste que considerás un error evaluar “el mensaje” de una obra, que es necesario mirarla desde su valor artístico. ¿Qué pensás de las “moralejas”? ¿Mirás ficción y realidad como dos ámbitos separados?

– M.T.B.: No me gusta cuando se cree que la obra de teatro es el envoltorio de un mensaje que corresponde a otra disciplina, entonces hago una obra de teatro para decir algo importante en términos políticos, sociológicos, antropológicos, lo que sea. Eso me parece muy pobre, y evidentemente no les interesa tanto el teatro. Qué se yo, si te importa la gente que no come, en lugar de hacer una obra de teatro sobre gente que no come, andá a ayudar a un comedor.

Lo importante del teatro es el teatro. Después por supuesto, las obras siempre tienen un contenido político y uno es consciente de eso, debe ser consciente de eso. Respecto a la dualidad realidad – ficción, lo que me interesa a mí no es tanto la idea de la ficción como lo que sale a narrar algo que ve en la realidad, sino como la ilusión medio “wildeana” de que la realidad copie la ficción. La ficción nos enseña nuevas formas de mirar el mundo y después nosotros salimos a la realidad con esas nuevas formas de mirar, me interesa más ese movimiento inverso, como mirar al mundo con ojos de ficción.

– T: Tenés un recorrido muy vasto y en los últimos años tuviste un impacto enorme en la opinión pública gracias a “Las cautivas” y “La vida extraordinaria”. Tras ese recorrido, ¿cuáles son tus inquietudes estéticas y políticas hoy?

– M.T.B.: Me gusta seguir probando e indagando. En principio no puedo empezar a escribir una obra nueva si siento que es algo que ya hice. El “no sé” es un motor que necesito bastante para seguir hacia adelante. En términos de proyectos me sigue interesando el trabajo con la tradición literaria y con la cultura popular. Me interesa especialmente, y ahí es donde me vuelvo a meter en problemas, en pensar la forma. Qué nuevas formas pueden ser parte del teatro, como esta obra en que los textos de un personaje eran cartas y los de la otra eran diarios. Yo no había leído nunca eso en teatro, sí en literatura obviamente, en Manuel Puig. “Las ciencias naturales” es un diario de viaje narrado por dos personajes, pero a la vez hay escenas en el medio.

Ahora estoy escribiendo una obra que se va a estrenar en octubre en Barcelona, donde se cuentan cuatro historias individuales que están entrecruzadas y que al final aparecen cuatro personajes que modifican esa historia central que estuvimos viendo. La experimentación está puesta ahí, en lo que se llama procedimiento. Piglia diría que al tener la centralidad el audiovisual, el cine y ahora las series, nosotros estamos más libres de probar y experimentar cosas. Y en ese sentido el espectador teatral no tiene ningún problema con el artificio. Lo ve muy claro, pero por otro lado hay una verdad tan contundente que es la del cuerpo ahí, a unos metros, que vuelve verdadero lo que uno sabe que es artificial. El teatro en ese sentido me gusta porque me permite probar cosas muy distintas y muy artificiales y sin embargo, al final, encuentran su verdad teatral.

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